Comentario
La Ilustración nació como un movimiento espontáneo de renovación cultural. Al mismo tiempo, la Monarquía asumió buena parte de sus propuestas reformistas y ofreció su protección al movimiento. Las relaciones, por tanto, entre los intelectuales y los políticos fueron incesantes, aunque su carácter está por precisar con exactitud. Por un lado, los intelectuales buscaron el apoyo de los políticos y confiaron en su capacidad para poner en práctica sus ideas, mientras por otro los políticos extrajeron de los memoriales de los intelectuales material para sus fines de fomento económico o de reforma administrativa y para sus necesidades de justificación ante una opinión pública cada día más concienciada. De esta forma, aunque dotadas de profunda unidad, no siempre se confundieron la cultura oficial y la corriente ilustrada local.
Una de las funciones asumidas por la Ilustración oficial fue la "remoción de los estorbos" que se oponían a la difusión de las Luces. En este sentido, el gobierno se propuso la dirección de la opinión pública a través de los medios a su alcance, como fueron, entre otros, el ejercicio de la censura previa, la supresión de aquellos cuerpos que se juzgaban contrarios a la reforma (como ocurrió, en el caso más dramático, con la expulsión de los jesuitas) o el control de la Inquisición, que fue neutralizada durante buena parte de la centuria hasta que los sucesos revolucionarios franceses indujeron a los gobernantes a una nueva utilización de sus servicios durante la oleada represiva que se abatió sobre España a partir de la década de los noventa.